“El Teatro no puede morir, porque nadie puede matarlo”
El nuevo acontecer de un arte que viene siendo reflotado lentamente
En los últimos años el teatro en Arequipa ha crecido con propuestas diversas y originales, pero la verdad es que aún seguimos lejos de un verdadero "boom" teatral; la razón es que el público no ha crecido al mismo ritmo, hace falta una estrategia para presentar una oferta atractiva que permita llenar los espacios que nadie ocupa en las butacas.
Para Arturo Salazar, Director de Arlequín Teatro, en la última década ha surgido una interesante generación de directores que innovaron con nuevas fórmulas la manera de hacer teatro en nuestra ciudad, esto debido a que hay una mayor sensibilidad por temas sociales, con vista a mejores proyectos en cuanto a producción.
Hoy existe en nuestra ciudad una oferta mayor de obras en escena, pero el público que va al teatro no ha crecido al mismo ritmo, aunque el sector teatral no maneja cifras anuales de asistencia para todo lo que se estrena, un espectador frecuente, que asiste tanto a obras pequeñas como a grandes producciones, lo puede notar.
Pocos teatros tienen con regularidad una asistencia importante, vemos más obras que hace una década, pero no es para pensar que hay un ‘boom’ teatral. En este aspecto tenemos dos marcadas preferencias, por un lado está, el teatro comercial que vende una obra como un proyecto empresarial buscando hacer dinero, para lo cual invierte y contrata personal y pagando costos, reportando una ganancia que se repartirá entre los que asumieron el riesgo y por el otro, el teatro más cultural (casi siempre gratis) que busca promover una propuesta y un mensaje cumpliendo una función social.
Lo cierto es que pocos teatros tienen con regularidad una asistencia importante, se promocionan más obras que hace una década, pero aún no hay una recepción positiva y eficiente de este arte y es que como espacio de interés cultural, el teatro compite en el gusto de las personas como alternativa de evasión o de entretenimiento, como ir al cine, salir a tomar un café o darle vueltas a un centro comercial, compitiendo también con la siempre atractiva decisión de la gente de quedarse en casa y no hacer nada.
Aunque lo parezca, el problema para asistir no parte solamente del costo de las entradas, es un asunto de costumbres, de sensibilidad por el arte y de curiosidad. ¿Cómo se aprende a ir al teatro? ¿Cómo se gana un espectador más? En un ambiente en el que ni en la escuela ni en la casa de la mayoría se habla del tema y donde ni las instituciones públicas ni la empresa privada (salvo excepciones) se han sumado con determinación a promover iniciativas culturales, ciertamente es una tarea titánica, más no imposible.
Para contrarrestar ésto, pequeños espacios de “microteatros” han aparecido desde hace algunos años; pequeños grupos de jóvenes artistas que en un espacio mínimo, con pocos recursos han empezado a hacerle la guerra a esta desidia y empezar a promocionar el famoso teatro de la improvisación.
Grupos como Ccalapata, Impromanía, Artescénica y La Comuna, han aprovechado los medios virtuales y captando público que va desde niños hasta ancianos, presentando no sólo obras, sino también talleres artísticos, lo que permite no sólo que en un primer momento aquel que va a una obra sea un espectador, sino que también sea potencialmente un artista de telones y tablas.
A esto hay que añadir, que desde unos años, hay una creciente demanda en nuestra ciudad por carreras afines al arte, las escuelas de dramaturgia no han sido ajenas a ello, lo que indica que este sería quizás el principio de volver a mirar al teatro como una forma de concientizar a los niños, jóvenes y demás a través de este arte y porque no, convertirlo posteriormente en una industria culturalmente lucrativa.
Razón lleva el Director de Arlequín al decir que hace falta también un día del espectador, como sucede con el cine, no un día de entradas populares, sino un día de la semana que sea el día que no puedes dejar de ir al teatro, sería una estrategia interesante. Hoy, cuando necesitamos sensibilizar a nuestro país, un mensaje desde el arte luce convincente, actores, productores y directores tienen toda la energía y la creatividad para hacerlo, los espectadores de siempre estaremos allí y los nuevos llegarán, entonces los cuatro gatos habrán pasado a la historia.