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Semana Santa en Arequipa, tradición y cultura

Un homenaje histórico a Cristo por el día de su muerte

Publicado: 2016-07-25


Si algo distingue y caracteriza al pueblo arequipeño, es su fe y fervor religioso, sobre todo en Semana Santa o Semana Mayor, como antes era llamada. A propósito de ello, tal fue la exaltación, cumplimiento y recogimiento de sus fieles católicos, que el Papa Pio XII no dudó en llamarla ‘La Roma de América’, nombre que a pesar del tiempo y los modernismos todavía ostenta.

Si bien en muchas ciudades del Perú, esta semana involucra la fusión del rito cristiano y el rito pagano o cosmoandino, en Arequipa no hubo mestizaje en cuanto a la forma de celebrar esta fiesta, es decir la tradición es eminentemente española, siendo que los ritos oficiados en las diócesis mayores de Toledo y Sevilla, eran celebrados idénticamente aquí; para el Teólogo Roberto Lazo, lo que hubo en Arequipa fue básicamente una trasmutación de la cultura, mas no un mestizaje.

Primeros antecedentes


Lo que hace distinta la celebración de la Semana Santa en nuestra ciudad, tiene su nacimiento en la fundación de Arequipa. Luego de aquel acontecimiento, la ocupación del espacio geográfico se dio principalmente por españoles Vascos y Castizos; hombres y mujeres que se caracterizaban por su hidalguía, seriedad y reserva, muchas veces criticados por ser más radicales y parcos en contraposición a sus paisanos los andaluces, que colonizaron toda Lima. Muestra de ello es la archicofradía –ya extinta- de Nuestra Señora de Aranzazú, patrona del país Vasco y que ostenta su escudo en la Iglesia de la Merced.

Posterior a ello e imitando lo hecho por su hermano el conquistador Francisco Pizarro, Gonzalo Pizarro instaura en Arequipa la Archicofradía de la Cruz de Extremadura; desde entonces y conforme la ciudad fue creciendo, la Semana Santa se ha estructurado hasta la década del 50 con una participación total de la ciudadanía. Por los años 60, con la llegada del protestantismo y las nuevas corrientes alternas, parte de la costumbre y la tradición se ha perdido.

La Setena


La tradición de rezar la Setena (hoy ya desaparecida), comenzaba el Viernes de Dolores en el Templo de la Recoleta y duraba siete días. Estaba dirigida a la exaltación de la Virgen Napolitana, la misma era puesta en el altar mayor que previamente era decorado como un calvario y durante aquellos días un padre recoleto desde el pulpito de la Iglesia meditaba sobre un dolor de la virgen.

La gente acudía por la mañana, tarde y noche a escuchar la disertación de los párrocos. La devoción a esta virgen hizo que sea canónicamente coronada y en honor a ella demolieron el antiguo templo recoleto y construyeron el actual, por pedido de la muchedumbre que año tras año se incrementaba.

Procesiones


Desde la fundación hasta los años 50, con motivo de Semana Santa sólo había dos procesiones oficiales: la del lunes santo y viernes santo. Debido a la gran cantidad de gente, empezaron a formarse las cofradías, archicofradías y hermandades, que se encargaban de sacar en andas las imágenes de los Cristos y Vírgenes dolorosas.

El domingo de Ramos luego de la misa, salían de los tres conventos (Santa Catalina, San Francisco y La Compañía de Jesús) la imagen del Señor sentado en un asno y toda la gente solía acompañar la procesión con los “cogollos” o cruces de palmeras que portaban, dirigiéndose a la Catedral, en donde se iniciaba ‘La Reseña’ hecha por el obispo y el cabildo eclesiástico, oficio que hoy ya no se realiza. Al respecto el Dr. Eusebio Quiroz Paz-Soldán, comenta: “A partir del Domingo de Ramos, toda la gente vestía de luto. Mucha gente aprovechaba los feriados e iba a retiros espirituales en la Compañía de Jesús. Los niños no podían dar risotadas o jugar en las calles, el ambiente era de duelo y estaba prohibido gritar o blasfemar. No habían visitas a casas, porque todos debían ir a las procesiones”, recuerda.

Cabe resaltar que a pesar del tiempo, la única procesión que hasta el día de hoy subsiste es la organizada por la Hermandad del Santo Sepulcro, que el día viernes santo, después del Sermón de las Siete palabras y el descendimiento de la Cruz, saca la urna del Templo de Santo Domingo y junto a la Virgen María Magdalena y la Virgen Dolorosa, recorren el centro histórico para llegar a la catedral, donde son recibidos por el Obispo, los canónicos y los seminaristas. Cuenta Roberto Lazo, que hasta hace 20 años, el Obispo portaba una capa especial 20 metros de largo, hecha especialmente para esa ocasión.

Terminada la procesión, se iniciaba el Oficio de las Tinieblas. En el altar mayor de la catedral, se hallaba un candelabro de forma triangular que llevaba 15 velas llamadas Improperios. El obispo y los presentes rezaban una jaculatoria y por cada vela pedían por la conversión de los ateos, los judíos, los musulmanes, los herejes, etc. La última vela tenía una oración especial por el Papa y por el Orbe cristiano, luego de ello toda la iglesia quedaba en absoluta obscuridad, la gente golpeaba matracas o las bancas y todos volvían en completo silencio a sus hogares.

El Miserere


La procesión del Santo Sepulcro, es acompañada por un tema oficial: El Miserere, este lamento es entonado por dos tenores y acompañado musicalmente por dos violines, una trompeta y un saxo. Se trata del Salmo N° 50 y es propio del viernes santo, tiene dos versiones: en español y latín.

Quiroz Paz- Soldán acota: “Cuando sonaba el Miserere, automáticamente la gente tomaba su lugar en la procesión. Mujeres en la acera izquierda, hombres en la derecha, jamás juntos y dejaban libre todo el espacio central, allí únicamente podían ir la Hermandad del Santo Sepulcro y que por cierto vestían un frack que los distinguía de todos los que allí estaban; y luego de ellos, en un orden impresionante seguían los representantes de las cofradías, las monjas y la banda conjunta. Todos portaban una vela verde y mientras avanzaba, la gente lloraba, es un tema muy hermoso y conmovedor”.

Ambiente católico


El profundo respeto por la pasión de Cristo, se reflejaba en las actividades diarias de los ciudadanos. Las personas iban a sus trabajos vestidas de negro, las tiendas lucían telas negras por dentro y los letreros también eran cubiertos, sólo se trabajaba hasta el día miércoles y a partir del jueves, con absoluto sigilo todos los establecimientos privados y públicos cerraban.

Se prohibía la música habitual y se remplazaba por música gregoriana, sacra o clásica. Para que esto sea acatado por todos, se emitían ordenanzas municipales. El único establecimiento que podía abrir aquellos días, era la Botica de Turno y esto salía en los periódicos un día antes.

El feriado era fructífero, familias enteras iban a los templos para confesarse y escuchar misa, participaban de las procesiones y demás actividades religiosas. Roberto Lazo comenta: “ Antes no existía el termino vía crucis, lo que había era el recorrido de monumentos que solo eran siete y previo a ello en las casas, se comían dulces tradicionales como la mazamorra de pan y leche, la de calabaza y el dulce de lacayote, que era acompañado por los bizcochos de ‘La Lucha’, después se realizaba el santo recorrido”.

Toda esta magna fiesta, culminaba con el Domingo de Resurrección. Como era un día de fiesta, la gente llevaba flores y acudía presurosa a escuchar la misa, en donde todos compartían abrazos y gestos moderados de alegría. Como anécdota Quiroz Paz-Soldán comenta: “Después de la misa, se iba a visitar a los amigos que presurosos te invitaban a comer el Caldo de Pascua, que era un levantamuertos porque muy consistente, tenía gallina, res, cordero, cecina y lengua, todas las familias lo preparaban,”.

Si bien con el transcurrir del tiempo, las nuevas modas y demás, muchas de estas tradiciones han cambiado o se han perdido, año tras año todavía hay instituciones que se preocupan por perpetrar en el tiempo la realización de estos ritos. Sin embargo, todo ello demuestra que las tradiciones de Semana Santa en Arequipa, perviven aunque sin el rigor e intensidad de antaño.

Quema de Judas
La Quema de Judas nació en el barrio de Siete Esquinas y nunca tuvo un tinte político-social, sino hasta cuando esta tradición fue llevada a Yanahuara en donde se modificó el acto. Roberto Lazo cuenta, que esta tradición nació más bien, en un afán revanchista por parte de dos sacristanes de la Orden de San José y San Francisco, que año tras año competían para saber que convento hacía mejor los preparativos de Semana Santa, entonces decidieron instaurar este acto, propio de Málaga, España. No había liturgia ni acto solemne porque no era oficial. Luego de quemarlo, el primero en replicar las campanas, ganaba.
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